martes, abril 26

la la la ¿lan?

Una está sentada acá, escuchando música, luchando pacíficamente con el spss, cuando -zas- unos e-mails me distraen (cada vez encuentro mejores justificaciones para la flojerita) y entonces me veo tentada a exponer mi vergüenza ajena en el blog. Click.
Hace unos días leí en el periódico peruano La República una nota sobre un video que la aerolínea chilena LAN difundía durante sus vuelos. De acuerdo con la nota, este video contenía "...imágenes, a criterio de la Dirección General de Aeronáutica Civil, (que) agravian la dignidad de los peruanos y tergiversan la realidad de la ciudad de Lima, lo que afecta la imagen del país y le ocasiona un daño irreparable..."
Estas declaraciones despertaron mi curiosidad y como mi compañerito me aseguró reconocer las imágenes del video en cuestión de un episodio viejo del programa Globetrekker (Trotamundos) -que anteriormente se conocía como Lonely Planet (Planeta Solitario)- pues, nada, quise ver un poco más del video. Casualmente, hace unos meses habíamos bajado varios episodios viejos de la Lonely Planet por internet (cortesía de eMule) y por olvido/faltadetiempo/flojera habíamos dejado de lado.
Pues nos sentamos en el futón y, armados con cucharitas y un tarro de helado, vimos el video.
El ha dejado su visión objetiva de los hechos en un post que ha llamado Planeta del escándalo.
El video empieza con un breve recorrido de la ciudad de Lima, desde donde parte hacia las ciudades de Huaraz, Trujillo, Iquitos, Nazca, Cuzco y Puno.
Me llamó la atención que el conductor del programa llegara a la capital de mi país y que las imágenes mostradas fueran solo imágenes un tanto sórdidas: centro de Lima en los 90, mucha basura, cierto caos, un tipo meando en la calle, una mototaxi que lo lleva hasta Villa el Salvador, un distrito del cono sur de Lima, muy grande y con áreas muy empobrecidas.
Fueron solo un par de minutos, el resto del programa se concentra en mostrar paisajes rurales, hermosos en verdad, como son la selva peruana, las líneas de Nazca sobre el desierto en la costa, la fiesta del Inti Raymi y el camino Inca hacia Machu Picchu. Una belleza.
Me pregunto, ¿por qué la Lonely Planet dedicó esos breves minutos a la ciudad capital del Perú para mostrar el paisaje urbano menos atractivo?
Encontré bastante sesgada esa visión de Lima.
No puedo dejar de pensar que para un turista extranjero resulta tal vez más interesante contar con imágenes novedosas y lo más distintas posibles al paisaje urbano al que seguramente está acostumbrado. Entonces, antes que ver aburridas imágenes 'estéticas' del centro de Lima, prefieren ver algo que realmente impresione. "Oh".
Lima tiene muchas caras.
Me hubiera gustado ver también imágenes de un segundo de duración, aunque sea, de otras zonas de Lima, de las callecitas, parques y puentes en Barranco, el malecón miraflorino, los edificios de nuestro pequeño distrito financiero en San Isidro, el balneario de La Punta en el Callao. En fin. Tantas otras imágenes que también nos representan.
Solo para decir 'Lima es todo esto'. Así como su gente, Lima es de muchos colores.
Pero la tendencia y tal vez la presión a caer en esterotipos suele ser grande.
Hace unos meses encontré en el diario argentino Clarín, una nota turística sobre el Perú en la que se mostraba una foto del centro de Lima, me parece que era la Plaza Mayor, donde en primer plano se destacaba una niña con vestimentas características de la sierra peruana. Y al leer la nota, encontré otras sorpresas como que uno de los platos típicos limeños recomendados era un plato de la selva. Hubiera sido más acertado poner 'cebiche', ¿no?. Tan desconocido no es. Y tampoco es tan difícil hacer la asociación: Lima-costa-mar-pescados-cebiche.
Tras superar mi indignación ante lo desinformado de este periodista que escribió la nota del Clarín, empecé a preguntarme si alguien que lee esa nota se la toma en serio.
Lima es eso que llaman 'melting pot', una olla donde se fusionan varios elementos.
Luego, es muy cierto que hay elementos andinos y amazónicos que tienen una fuerte presencia en lo que constituye la identidad limeña.
Pero me parece que concentrarse en uno de estos elementos es entregar una visión distorsionada, sesgada, de la realidad. Cosa grave en el periodismo, creo.
Me viene ahora a la mente que hace un par de años vi en ese frívolo canal E! entertainment television un programa, "Celebrity Adventures", en el que una 'estrella' hollywoodense es invitada a pasear por ciudades -para ellos- remotas y exóticas. El episodio se llamaba "Lost City of Peru" (episodio #1.1) y salió al aire el 17 de setiembre del 2001. En este episodio el actor Jerry O'Connell visita la ciudad de Cuzco y no hace ningún intento de ocultar el 'shock' cultural por el que atraviesa. Por momentos, daba la impresión de haber sido obligado a realizar el recorrido turístico, pues no muestra mucho entusiasmo y, más bien, aparece bastante incómodo y alienado. El momento que más recuerdo es el encuentro de O'Connell con un chamán (me parece que lo era, no lo recuerdo con exactitud) en el momento en que este último realiza un ritual de culto a la Pachamama. En este ritual, el chaman utiliza galletas de animalitos, en representación de animales reales, como ofrenda a la madre tierra, y el actor no logra ocultar su risa ante las cámaras.
En fin.
Volviendo al tema de Lan y los videos.
'Vergüenza ajena' dije, porque no puedo evitar sentir vergüenza por la nota del diario La República donde palabras como denigrante, humillante, burla, dignidad, daño se concentran en señalar públicamente a la empresa chilena Lan como el blanco del repudio de los peruanos.
'vergüenza' dije, porque leo comentarios de personas adultas que responden con irracionales pataletas a una situación como esta.
Yo no tengo ninguna simpatía por Lan. De hecho, en las dos veces que he viajado por Lan Chile me han tratado mal solo por tener un pasaporte peruano. La primera vez, me dio odio pero lo dejé pasar; la segunda vez, me pareció una grosería y decidí no volar más en Lan Chile y punto.
A pesar de esta desagradable anécdota, mi sentido común me dice que es improbable que Lan haya pasado ese video de Lonely Planet con la intención de 'denigrar' la imagen del Perú. En todo caso, Lan estaría interesado en incrementar sus ingresos consiguiendo que más personas les compren boletos aéreos, no lo contrario.
Como fuera, no me importa.
Lo que sí me importa es que se siga insistiendo en influir sobre la opinión pública difundiendo información sesgada, inexacta.
Esto se ve en La República al enfatizar la responsabilidad directa de Lan ya sea intencionalmente o por negligencia al difundir las imágenes 'denigrantes' de Lima, casi pasando por alto el hecho de que el documental es un programa que se ha difundido por televisión en muchos países.
Difundir información sesgada también es un caso expuesto en el video mismo. Me parece comprensible que los productores del programa estén interesados en mostrar imágenes sórdidas de Lima, pero mostrar solo una cara es inaceptable. Es como si hicieramos un programa y lo llamáramos "Argentina" y a Buenos Aires le dedicáramos un par de minutos apenas y no mostráramos el Obelisco, la av. 9 de julio, Caminito, Puerto Madero, el Tango, sino que solo se mostraran las villas miseria, los cartoneros, las huelgas de los piqueteros, los vendedores en los trenes más viejos y luego siguieran con el documental y mostraran la belleza de la región Patagónica o el norte argentino.
Tampoco Clarín con su información confusa y la E! con su Celebrity Adventures nos hacen ningún favor al insistir en mostrar imágenes vendedoras de falsos estereotipos sin mostrar el mínimo respeto por nuestra cultura.
Me parece que por ahí anda el verdadero problema.

(y ahora que me saqué esto de la cabeza, puedo volver a mi spss)

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lunes, abril 25

lunes de otoño

-oops-
un duendecito muy malo pasó por aquí e hizo travesuras con el template de Bestiario.

afortunadamente, lo he pillado a tiempo y he logrado restaurar el sitio.
también, le he puesto un blogroll y lo he llamado 'Other voices', bajo la influencia de una canción de The Cure que sonaba en mi cabeza mientras copiaba los links.

parque Rivadavia
el findesemana he ido una vez más al parque Rivadavia a pasear entre puestos de libros viejos ordenados en cajones de plástico, como verduras; a pasear entre carretillas de panchos (hot dogs) y viejos que juegan al ajedrez.

estamos en otoño y, tengo que decirlo, esta es mi estación favorita del año.
amo caminar bajo una lluvia de hojas amarillas y anaranjadas.
amo caminar sobre una alfombra de hojas amarillas y anaranjadas.
recuerdo cuando era niña y volvía a casa del colegio, en Lima.
mi amiga Nellie y yo buscábamos en las veredas las hojas más secas y celebrábamos con sonrisas el placer de sentirlas crujir bajo nuestros pequeños zapatos negros.

ayer tropecé con una canción de los 90, desgastada por haber sonado tanto aquí, allá, es Sour times de la banda Portishead y la he subido al radioblog, un poco por nostalgia, un poco para celebrar que rescaté al Bestiario de las manos del duendecito malvado, y, claro, para acompañar el recuerdo de los bellos remolinos de hojas muertas que vi ayer por la calle.

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jueves, abril 21

windows 2005

entonces, me acuesto en la cama y apago las luces.
Yo duermo del lado derecho de la cama, que es el lado de la ventana.
Cuando estaba en la universidad, solía sentarme del lado derecho del salón y donde hubiera una ventana.
entonces, salía volando por la ventana y me perdía entre los árboles, cantaba con los pajaritos, los ayudaba a construir nidos y, cuando no había más que hacer, volvía al salón de clases.

Me voy a dormir y, cuando él no está mirando, me levanto despacito y me escapo por la ventana.
entonces, voy volando entre las ventanas y escucho a los vecinos cantar el cumpleaños feliz, escucho llantos de un bebé, escucho a un par de viejos discutir, escucho ruido de sábanas y gemidos y escucho el sonido que hacen los platos y cubiertos al chocar, cuando son lavados.
Escucho y escucho hasta adormecerme y caer.
entonces, duermo y sigo volando entre ventanas.

Duermo durante días.
Mis uñas crecen, mi pelo crece y se me ven ya las raíces canas.
Desperté hoy -ojalá- y he ido a la cocina a prepararme un té.
Parada al lado del fuego de la cocina, esperando el silbido de la tetera que me avisara que el agua para mi té estaba lista, me perdí mirando por la pequeña ventana que está justo arriba de la cocina. Es una ventana muy fea. Tiene un marco de metal y los vidrios están sucios de grasa. Uno de ellos tiene una rajadura. Imagino que alguno de mis vecinos de los pisos superiores tiró algo que aterrizó sobre la pobre ventanita. Es que la muy boba se abre hacia afuera como si fuera un pequeño toldo.
Me gustan las ventanas que se abren de par en par y prefiero los marcos de madera.
No sé por qué razón, pero en Buenos Aires, la mayoría de ventanas que he visto son tipo corredizas, se superponen paralelas, o sea. Y eso me disgusta.

Mi té.
La tetera silba y silba y yo estoy mirando a la vecina de enfrente a través de un vidrio casi opaco. Veo formas fuera de foco, difusas, como cuando perdí a lunita celeste en el Personal Fest 2004.
La vecina está en su cocina y es posible que también se esté preparando un té.
Un piso más arriba, un muchacho con el torso desnudo revolotea por su propia cocina. Me parece que ha abierto la puerta del refrigerador y está buscando algo qué comer.
Apago mi tetera que ahora chilla y preparo té.
Me doy cuenta de que no saqué el limón y me molesta pensar que tal vez no quede limón alguno en el cajón de verduras de mi refrigerador.
Y no había. Pero encontré un limoncito en la parte superior de la puerta, solito, como perdido.
¡Me dio una alegría!
Saqué el huevito de metal lleno de hierba de té que estaba sumergido en el agua hirviendo de mi taza y por poco lo tiro a la basura, en un descuido. Pienso ahora que el misterio de la desaparición de las cucharitas de té puede tener un origen similar.

entonces, me senté con mi tacita de té frente a la ventana de la salita.
Saqué la cabeza por la ventana y, mirando hacia arriba, noté que la mayoría de ventanas tienen las persianas de madera bajas, como pesados párpados cerrados y tristes.

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miércoles, abril 13

el rock de la langosta

Una de las mentiras que más frecuentemente digo es que no me gusta bailar (también uso expresiones como yo no bailo, bailar es tonto, etc.)
Me cruzo de brazos y miro con desprecio a la gente que insiste en que me una a esa masa de cuerpos que se contorsionan y se deslizan por el suelo.
Lo cierto es que me gusta.
Cuando era chica, mi hermana llevaba a casa discos de 45 rpm que luego ponía en el viejo tocadiscos de mi madre y yo bailaba, contentísima.
Ella dice que no se acuerda, pero yo sí.
Era fines de los 70 y en su cuarto tenía un poster que decía "Saturday Night Fever" con los Bee Gees y Travolta en su infame trajecito blanco. Entonces, ella usaba pantalones acampanados y zapatillas con plataforma como esas que se pusieron de moda en los 90.
Y dice que no se acuerda.
(no la culpo, yo también querría olvidar algo así)
Ella abría los cajones de mi ropero y sacaba de él una chompa horrorosa de color marrón con rayitas blancas. Me decía que me quedaba lindo y me la ponía. Y yo protestaba pero ahí andaba después bien con la chompa marrón de rayitas blancas. Ahora yo no puedo evitar poner los ojos en blanco cuando me cuenta que la enana (su hijita que hace poco cumplió 5 años) escoge todos los días hasta las medias que quiere usar.
Me fui por las ramas.
Un día (de principios de los 80s) llegó ella, mi hermana, con un disco de B-52's.
Ese disco se convirtió en protagonista de muchas fiestas. Esas matinees que se armaban en mi casa con mucha canchita (pop corn, pochoclo, palomitas de maíz, cotufas, etc. -me gusta creer que mi blog es internacional-) y coca cola.
Desde entonces, cada vez que escucho la canción de ese 45 rpm no puedo evitar bailar casi con los mismos movimientos que hacía cuando tenía 6 ó 7 años. Sí, subo el volumen y me muevo.
Es tan poco elegante. Sin embargo, es así, cierro los ojos y salto por la habitación, sacudo mis extremidades simultáneamente, felicidad, mi pelo también baila, salta, se desordena en eso que más parece un ataque epiléptico que baile.

Una vez leí por ahí que alguien confesaba que uno de los grupos que le daba vergüenza encontrar entre sus 'favoritos' era B-52's. Me ofendí tanto. Yo lo digo con orgullo: me gusta B-52's, ¿ya?
Como no encuentro mejores palabras para explicar lo que me gusta de esta banda, voy a pegar lo que encontré en su sitio oficial: the first band to glorify pop culture with an almost Warholian sense of purpose.
La canción en cuestión es Rock Lobster y, claro, la he subido a mi radioblog para que, si a alguno le antoja, pueda saltar a gusto.

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lunes, abril 11

One of us

Mi mejor amigo es gay.
Cuando pienso en él, viene a mi mente una escena en la que estamos en su auto paseando por calles limeñas y cantando temas de Abba mientras nos lanzamos miradas cómplices.
Cuando nos reuníamos en mi casa o en la suya para estudiar o para hacer esos estúpidos trabajos de la universidad, quizás inspirados por el denso humo de nuestros cigarrillos, hacíamos planes de ser roommates -algún día- en el departamento que iba a tener cuando ganara la beca de posgrado en alguna universidad Ivy League yankee.
Muy Will&Grace.

Hace casi 15 años, yo solía concurrir a discotecas. Me pasaba horas de horas en esos salones semioscuros, bailando, sintiendo lucecitas de colores caminar por mi piel, feliz.
Solía ir a una discoteca que quedaba en el sótano de una casona en las primeras cuadras de la av. Benavides, en Miraflores, Lima. Era casi clandestino el asunto. Se llamaba The Cage y era una disco gay.
También iba a las otras, las straight, pero no me divertía tanto.
Me gustaba, creo, porque sentía que era como entrar a una zona donde nadie mira ni juzga demasiado. Era un ambiente más bien liberal y muy divertido. Tenía algo de sórdido, algo de mágico y algo que no sé bien cómo explicar, una sensación de efervescencia, frescura, desenfado flotando en el aire.

Así como algunas veces como una hamburguesa grasienta en un mc D., o a veces hojeo alguna revista basura tipo Elle o Cosmopolitan, también tengo mi dosis de televisión chatarra.
Veo Will & Grace. A veces, cuando me acuerdo, veo Queer eye for the straight guy.
Me gusta ver espacios donde la interacción entre homo y heterosexuales es libre y desprejuiciada. Aunque sea solo en un mundo ficticio, como la televisión.

Hay ene cosas que no comprendo y que me intrigan. Una de ellas, es la controversia alrededor del tema de la homosexualidad. Los homosexuales son vistos, si no con recelo, con morbosa curiosidad, como si se tratara de freaks. A esta percepción, se suman los desgastados estereotipos gay que, increíblemente, aún subsisten y que se caricaturizan en la televisión.
Qué importa, pienso, si me parece mal, si me parece absurdo, si todo el mundo piensa y cree en lo que se le da la gana.
¿A dónde voy con todo esto? A ningún lado.
Solo es una piedrita en el zapato que no me deja bailar.

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viernes, abril 8

Llaves


don't lose my keys
Originally uploaded by Suedehead.

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miércoles, abril 6

[-c-e-n-s-u-r-a-d-o-]

Anoche, antes de dormir, vi en un noticiero local un breve reportaje que giraba sobre la censura a la obra de cierto artista local acusado de pedofilia. En realidad, más que una censura a su obra, era una censura extendida a toda su persona. El artista plástico iba a exponer sus creaciones en una galería que, ante la protesta de muchos individuos, decidió eliminarlo del conjunto de expositores. Vale aclarar que su obra no giraba alrededor del tema de la pedofilia en sí, pero sus detractores esgrimían argumentos como que 'las obras estaban inspiradas en las experiencias de su autor' y ello era suficiente para rechazarlas.
No le di mucha pelota, ya tenía sueño, y -click- apagué el televisor.
Hoy revisé mi mail y me encontré, de nuevo, con el tema de la censura. Recordé una de esas notas a pie de página que suelo escribir con letra chiquita en este blog en la que me recriminaba a mí misma mi tendencia a la autocensura.
Yo considero a la censura una práctica vergonzosa, que implica la imposición del juicio desde la perspectiva de otra persona sobre algo (una imagen, una historia, cualquier forma de expresión) que no encaja en sus cánones particulares. Me molesta mucho que algunas personas se sientan con el derecho de tomar esas decisiones por mí, por el resto. La actitud represiva de la censura despierta mi rechazo y hasta cierta rebeldía, debería decirlo. La censura es detestable. Punto.

Ahora, ¿qué pasa con la autocensura? ¿no debería detestarla, igual? ¿y cómo es, entonces, que me hago de la vista gorda ante este defecto? ¿es un defecto? ¿o es mi derecho? Si tanto el autor como el creador del objeto de censura soy yo, ¿será que estoy cayendo en alguna inconsistencia?

Me veo tentada a soltar excusas fáciles y obvias del tipo 'es mi blog y yo hago con él lo que yo quiero', pero algo me dice que no es tanto así.
Vivimos reprimiéndonos constantemente. Me gustaría decir que soy libre de decir -escribir, en este contexto- lo que se me da la gana, cuando se me da la gana, pero no lo soy. Estoy sujeta a las decisiones de un censurador interno.
Me gusta llamarlo 'proceso de edición', pero en realidad, escribo y borro -sea en papel y tinta o en pantalla y teclado- según lo ordena esa vocecita interna.
Este Bestiario no hace justicia a su título. La idea era montar aquí una especie de circo de bestias, demonios, fantasmas y otros 'seres fantásticos' como bien explica el 'About'.
Pero no, no pude.
Cierto, nada me obliga a hablar o escribir de algo que me haga sentir vulnerable o, por lo menos, incómoda, pero cuando tengo la intención de decir algo y termino yéndome por las ramas, entonces pienso que hay un problema. Me pasa que, por ejemplo, empiezo a escribir sobre alguna cosa y 'accidentalmente' me desvío para hablar de otra, con lo que al final termino borrando el primer párrafo y hasta el título inicial de la entrada. Escribir y borrar. Escribir y borrar. Pensar y no hablar. Pensar y no hablar.
Hoy he hecho lo contrario, he empezado por las ramas y he llegado al tronco de lo que quería decir.
Me autocensuro. Miento y digo la verdad al mismo tiempo. Me escondo y me expongo.

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lunes, abril 4

La Plata

Este fin de semana escapamos de Buenos Aires y fuimos a la ciudad de La Plata. Es un viaje corto, algo más de una hora en tren e incluso menos, en bus. Pero igual es lindo armar la mochila, buscar información sobre el lugar en la Internet, reservar hotelito, imprimir el mapita, tomar la cámara de fotos, las llaves e irse.
Llegamos a La Plata el sábado pasado el mediodía y al caminar por la ciudad, buscando el hotelito de marras, tuve una suerte de déjà vu. La ciudad, que de hecho es la capital de la provincia de Buenos Aires, es la primera ciudad argentina totalmente planificada, lo cual implica un diseño racional en las calles. Imagínense una hoja de cuaderno cuadriculado. A las líneas horizontales llámenles avenidas y a las verticales, calles. Enumérenlas. Luego, con una reglita, tracen líneas diagonales en la hoja, que unan las esquinas opuestas, claro. Tienen el esquema de la ciudad de La Plata. Ahí, donde se cruzan las diagonales, está el centro de la ciudad, la Catedral, la Municipalidad, muchos locales comerciales y simpáticos barcitos donde tomar algo y descansar.
Lo del deja vu fue por una asociación que hice con cierta ciudad cosmopolita con forma de salchicha que también está dividida por calles y avenidas numeradas, que se cruzan como un gigantesco michi, tatetí o, debería decirlo en inglés, tic tac toe. Aunque esta salchicha no tiene dos diagonales sino una, pero muy famosa, Broadway Avenue.
Mi mapa de la ciudad de La Plata tiene forma de cabeza de gatito.
Es un cuadrado con esquinas redondeadas. Las orejitas son en realidad boulevards separados por el Paseo del Bosque, un amplio espacio verde muy lindo para caminar. Me cuentan que se tuvo en mente la idea de
les Champs Elysées, de Paris, a la hora de diseñar el paseo. Uno no puede evitar sentirse caperucita al pasear por los serpenteados senderos rodeados por árboles, tropezando con lagunas, y pequeños puentes, de cuando en cuando.
En el bosque se puede visitar además el Museo de Ciencias Naturales y el Observatorio astronómico. También hay un anfiteatro al aire libre y un zoológico.
Para comer y beber algo, la oferta es muy variada. Desde las tradicionales parrillas argentinas, pasando por pizzerías, sushi bars, marisquerías, bar de tapas, etc. Nosotros teníamos una deuda pendiente por el día de san Patricio, así que enrumbamos a Wilkenny, un pub irlandés. El pidió su querida Guinness draught y yo tuve que conformarme con un té, pues las papas fritas del almuerzo me habían caído para el culo.
Otro punto de paso recomendado es la famosa República de los Niños. A media hora en bus desde la ciudad de La Plata. Creada en 1951, en pleno gobierno peronista, es una especie de ciudad pequeña. Tiene su "Plaza San Martín" (con estatua de San Martín montado a caballo y todo), Casa de Gobierno, Iglesia, Palacio de Justicia, Palacio de la Cultura, Legislatura y, por supuesto, un museo, el Museo Internacional del Muñeco. Hermoso. ¿Para qué cuernos existe una Palacio de Justicia en la ciudad de los niños? me pregunté yo. La respuesta: "a las 16:00 horas, El Juicio a Pinocho en la República. Pinocho es juzgado por mentirle a su padre Gepetto. En el juicio participan: Campanita, Blancanieves, Caperucita, Shrek, Mickey y Winnie Pooh". ¡Qué cosa!
En el Palacio de Cultura se presentó también la obra "Aladino y Jazmín en el mercado", con un Aladino demasiado rubio para mi gusto y una Jazmín que hizo que muchos papás fueran contentos con sus hijitos de la mano a ver la obra.
Había una estación central de tren, hermosa. Pero el tren estaba "en reparación", aparentemente desde hace mucho tiempo, pues las pequeñas vías del tren estaban parcialmente cubiertas por pasto. A medida que nos adentrábamos en la República, nos topábamos con pequeñas estaciones de tren abandonadas.
También había un lago, con un barco que cobraba un par de pesos por el paseo, una mini granja con algunas gallinas, cabras, vacas y ponys, una pulpería (como esas de las que hablaban Cortázar y otros escritores argentinos en sus historias) y un enorme parque de juegos para chicos.
República de los Niños

El lugar encierra un ambiente adorablemente nostálgico, como un pequeño Disneyworld venido a menos, un poco descuidado, pero lindo. Es evidente que la República de los Niños conoció épocas mejores, se nota en sus pequeñas construcciones abandonadas, en las tienditas vacías, cerradas con candados viejos y hasta en la orejita de Winnie Pooh asomándose en la bolsa que cargaba un muchacho que pasaba distraídamente delante de mí, gritándole ¡ya me cambio! al compañero que vendía panchos (hot dogs), mientras yo saboreaba mi hamburguesa. A pesar de ello, los niños no dejaban de correr, felices, entre los castillos multicolores, gritando de alegría al ver a lo lejos a un Mickey Mouse, medio raro, pero Mickey Mouse al fin.

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