sábado, junio 18
my little corner of the world
Agustina se llama ella.Es pequeñita, parece tener 3 ó 4 años. A veces me la cruzo esperando el ascensor.Ella vive en el F.A veces me despierta temprano con sus gritos. Sale al balconcito a llorar a gritos y luego el llanto se transporta en el aire hacia afuera. Suena un portazo y los gritos de Agustina se pierden en el ascensor.La madre de Agustina es muy joven. A veces oigo su risa coqueta cuando conversa con los chicos del G. Esos chicos rubios que siempre salen en grupo, con sus camisas blancas y corbatas negras."Salen a mormonear" La abuela de Agustina se la pasa insultado a la hija, la trata de puta, grita y tira portazos. A la enana también le toca lo suyo. La vieja grita y grita. Nunca había vivido en un edificio. A otra de nuestras vecinas le da por practicar todas las tardes con el organito. Parece parte de un coro de iglesia o algo así. Intenta afinar sus acrobacias vocales una y otra y otra vez. Le gritan "¡calláte!", "¡shhh!". Pero ella sigue. Los perritos ladran. Aúllan. Cuando juega River, tengo en el piso de abajo a un pelotudo gritando consecutivamente, por lo menos 4 veces, cada vez más fuerte ¡GOH!. Gol. Al mediodía, con el ruido de tenedores chocando contra los platos, por mi ventana se cuela el olor a grasa quemada. Me dispara la migraña. Pero, ¿qué come esta gente? Hoy hay silencio. Es un alivio. No extraño los gritos, los ladridos, el organito, ni el llanto de Agustina, pero estoy escribiendo sobre ellos. Y esta es una nueva forma de describir la soledad.
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Lo dijo Scavenger Bride y le dejaron