miércoles, diciembre 28
2005 (en puntos suspensivos)
28 dic 2005
Ella tiene razón. Diciembre es un gran domingo.
Y él dijo que los domingos son
silent and grey.
Este es el hemisferio sur, es verano, y de alguna forma
silencioso y gris no encaja en los día a día de este reloj de arena. El rumor urbano y esa suerte de caleidoscopio de colores que adornan los fines de año lo ensucian todo de falsa felicidad.
Entonces, sí pues, en el fondo, silencioso y gris.
Tengo acá al sr. 2005 echado en el futón, a mi izquierda.
Me duele el diciembre, me dice.
Sí, lo sé, le digo. Y no me atrevo a decirle que su diciembre lo va a matar.
Entonces decido no hablarle más.
Y cuando me pregunte ¿qué he sido yo, para ti? yo no le voy a decir que "nada" y tampoco le diré que ha sido "una bolsa de domingos" con todo lo grosero que eso pueda sonar. Me voy a quedar calladita, que es lo único que sé hacer bien.
(...¿continuará?)Sí, continúa.29 dic 2005
Anoche volví a casa con aliento a canchita y coca cola.
Fui directo al baño y mientras me cepillaba los dientes, vi por el espejo que el sr. 2005 se arrancaba el diciembre.
Entonces supe que esa noche tampoco iba a poder dormir, yo.
Me acosté en la cama, pero en realidad caminaba descalza por la habitación.
Con cada paso que daba, algo crujía bajo mis pies. Y no era un crujido suave y seco como el de una hoja muerta, sino uno áspero y líquido como el de una cucaracha.
Miré mi talón desnudo y encontré un domingo pegado en él.
Uy. Al sr. 2005 se le están cayendo los domingos, pensé. Estaban regados por el piso, como costras.
Pues he venido, con los ojos en las manos, a garabatear en un cuaderno sin hojas. A acompañar a este sr. que se deshace de a pocos. Se rasca el octubre y yo no le digo nada, pero sé cuánto le pican a ellos los octubres. Todos los años se rascan hasta que sangran. Entonces los octubres pican y arden a la vez. Esa es su naturaleza. Yo nada hago al respecto. Solo garabatear sobre la picazón y los octubres.
Continuará.
2 ene 2006
Cuando abrí los ojos, sonreí aliviada.
Acomodamos al sr. 2005 en una caja, con todas sus sorpresas, sus meses y sus costras.
Cargamos la caja a través de la noche, entre paredes dormidas bajo el aliento de árboles insomnes. Sin decir media palabra, escarbamos la tierra con las manos y enterramos al sr. 2005 bajo una planta de gladiolos amarillos. Con el dedo índice, dibujé tres puntos suspensivos sobre la tierra húmeda.
Fin.
Los hiatos en el tiempo me distraen.
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Lo dijo Scavenger Bride y le dejaron