viernes, diciembre 16
zzz
zzz
ese es el sonido que estuve escuchando hace unos segundos apenas.
estoy molesta y no sé por qué.
son las casi 4 am, es viernes y no puedo dormir.
entonces, como en una suerte de aburridísima presentación de diapositivas, algunas imágenes incompletas hacen cola en mi cabeza esperando su turno de saltar sobre el taburete.
hoy, viernes, tengo clase. hoy lloverá. siempre llueve cuando tengo que salir. y siempre que llueve, olvido el paraguas. pero esta vez, no. esta vez no tengo paraguas. el viento me lo rompió. odio ser la estúpida que anda por la calle peleando por enderezar un paraguas invertido, cuando todos los demás caminan tan
panchos con sus paraguas perfectitos.
hoy
no, ayer...
(me cuesta pensar en el día de 'ayer' como ayer, pues como no dormí, el hoy sigue siendo hoy, como si el sueño fuera el instante mágico en el que el hoy se convierte en mañana.)
ayer fui a dejar una última carta al correo.
y me puse las sandalias nuevas.
lo que, se supone, iban a ser 3 cuadras de caminata ("para estirar los zapatitos nuevos") terminaron siendo cuchumil. librería cerrada. tienda cerrada. tienda abierta.
chabón diciendo
'no, no tenemos más correo'. el 26. y clá-clá-clá de regreso a casa.
4 cuadras antes de llegar al edificio, se me hizo un nudo en la garganta.
tenía los pies ampollados.
la tarjeta de papá noel diciendo JO JO JO que acababa de dejar en la oficina de correo era muy -muy-
pedorra.
mi nariz fue invadida por un olor familiar. un olor a casa. a casa limpia. a casa de barranco. a hogar.
pasé por un café-bar y vi gente conversar, vi tacitas de café y me dieron ganas de llorar.
tengo los ojos abiertos como caricatura japonesa.
mi madre solía decirme que me acostara en la cama y cerrara los ojos. que el sueño vendría solo.
es tan difícil. concentrarme y pensar 'ce-rra-dos'. siempre, en un descuido, boing, se abren.
y me quedo así, con los ojos abiertos como tazones de sopa, absorbiendo la oscuridad, contagiándome de ella.
llamé a mi padre por teléfono, hace unas horas. tenía ganas de conversar un rato. tenía una lista mental de cosas que queria contarle. pero me cortó al toque. no sé ni qué le dije. solo recuerdo que me interrumpía a cada rato con sus 'hijita, ¿estás bien?', a lo que respondía siempre con un síii tan desganado como desgastado. 3 minutos con 43 segundos decía la pantalla del teléfono cuando colgué.
cené sobritas. hot dog y papas fritas. insumos de salchipapa. es tanta mi pereza que ni ganas de cortar en rodajitas el hot dog tenía. ni ganas de levantar el teléfono y hablarle a un extraño para que me trajera la cena. ni ganas de bajar tres pisos -en ascensor- a abrirle la puerta a otro extraño con mi cena en cajita de cartón. las papas fritas vienen en bolsita y solo hay que ponerlas en el horno. sin bolsita, claro. no me sorprendería si un día de estos empiezo a sentir flojera de abrir la bolsita. flojera de prender el horno. flojera de masticar. flojera de tener flojera.
será que ahora me dio flojera de dormir.
imposible.
dormir es algo maravilloso.
cuando le doy vueltas al tema de dormir (así como cuando uno empieza a repetir alguna palabra, cualquiera, hasta el punto en que esta empieza a sonar extraña, incluso curiosa o hasta deforme) no puedo dejar de pensar en la palabra 'desenchufar'.
ser humano unplugged. eso.
entonces pienso que es un poquito tenebroso como, con todo lo compleja que es la mente humana y toda la genialidad que un tipo puede (o no) tener, todo eso se apaga, se muere un ratito, se reduce a un cuerpo caliente que late y hace
zzz.
ver a alguien dormir puede ser muy bello. visto desde cierto ángulo.
visto desde otro, es un poco atemorizante. es estar y no estar.
y es eso lo que me fascina del dormir. el no estar.
la inactividad ultra.
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