viernes, diciembre 29

go away, dos mil séi.

Así que blogger dejó de ser beta.
Mirá vos.

(notita en post-it virtual pegado en una esquina de esta pantalla: el 2006 se extingue con cada respiro que doy, y medio que no me importa)

El otro día hablaba con mi amiga Mayi y me desesperaba tener que evadir la constante -casi muletilla- ¿y, cuéntame, qué es de tu vida?
Ay, no sé qué es de mi vida.
Me entran ganas de decirle que la vida es una película a veces aburrida y a veces entretenida y yo solo estoy sentada en la butaca del cine con la boca y los ojos abiertos, como un cuerpo que encontró la muerte repentinamente. Por supuesto, no le digo eso, y opto por el práctico blablablablabla que a nadie asusta y a todos les conforma. En fin.

¡Llegó la Navidad!
Ya se fue la Navidad.

El domingo pasado estuve rodeada de mucha gente esperando la medianoche. Los niños corrían por todos lados mientras esperaban que papá noel hiciera su trabajo, los adultos conversaban de cosas de adultos, con algún vaso en la mano, y yo que no me siento niña ni adulta, flotaba por ahí abrazada a mi náusea.

Mi náusea me visita casi con la misma impertinencia que las preguntas de la Mayi.
Se apareció en el tren de ida, mientras miraba el paisaje por la ventana, sujetando entre mis manos la bolsa de regalitos. Me imaginaba entonces que sería bastante grosero responder al ¡Feliz navidad! con una estruendosa arcada. Y respiraba profundo. Como me enseñó mi mamá.

Navidad en Lima tiene matices infantiles en mi memoria. Me encantaba sacar esas cajotas de cartón que guardaban el arbolito desarmado, los adornos y todo eso. Todavía me gusta, lo confieso. Aunque ahora que vivo en un departamento de 2 ambientes en Buenos Aires, "la navidad" entra en una pequeña caja de zapatos que guardo dentro del banco del comedor.

Me gustaría alguna vez preparar una cena de navidad. Ensaladas y cosas así. Sorbetes de maracuyá. Algo más fresquito. Y mucho alcohol. Porque por más enfermo que esté el hígado, las lucecitas esas de colores intermitentes, son mejores con sidra en las venas y una sonrisa estúpida en la cara.

(se me hace que tengo mucho jugo de pomelo en la sangre)

Ya vienen las vaquitas.
Yeee.

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