sábado, febrero 17
traveling teddy
Christina, mi sobri de 7 años, me pidió que la ayude con su tarea de primer grado.
Me envió por correo un sobre rosado que guardaba una hoja de papel con un oso coloreado con crayolas y tenía una hoja con instrucciones.
Yo agarré al oso y lo puse en mi mochila, con mi cámara. Como todavía estabamos en Buenos Aires, me fui a hacerle el city tour porteño. Sin tango show porque me dijo el oso que no quiere que digan poserazo, pero le dije que si tiene que salir en todas las fotos, pues no le queda otra que sonreir cuando lo acusen de posero.
El oso me dijo que había escuchado que Buenos Aires tiene un aire europeo, pero que él no sabía porque no había estado en Europa, y me miró como diciendo
¿me llevas?Y yo le dije que no podía ahora, pero que lo podía llevar a Perú. Le dije que iba a ir a un lugar de la sierra que se llama Huancayo y que después ibamos a ir a otro lugar de ceja de selva que se llama Chachapoyas, donde lo iba a hacer caminar duro. Y el oso lo pensó.
Y después dijo
ya.
Entonces yo agarré mis maletas y me fui con el oso a Ezeiza. Lo senté en el avión y se puso contento al ver que tenía un vecinito con quien jugar.
Llegamos a Lima y le dije al oso que el fin de semana nos iríamos en tren hasta Huancayo y que se prepare porque íbamos a cruzar un lugar muy alto que se llamaba Ticlio.
Y el oso se tomó como un litro de mate de coca. Y normal. Después que llegamos a Huancayo, le dije al oso que iríamos a Huancavelica en otro tren menos pintón que el de Lima a Huancayo (el de la foto), pero bien machote.
Y el oso me preguntó si ahí también le iban a invitar pisco sour (bien borrach-oso), y le dije que no, pero que si quería podía probar los panes de queso y de calabaza que venden en la estación de Izcuchaca, o las tunas que venden en la estación Mariscal Cáceres. Pero el oso este es medio piripipí y me dijo que no. Y se lo perdió, pues. Luego llegamos a Huancavelica con su plaza de armas limpiecita y sus cerros verdes alrededor y mucho no pudimos pasear porque nos ensorochamos, oso y yo. Y volvimos, no más.
Oso se quedó bien impresionado con los caminos de la sierra, las serpenteadazas por las montañas, el cielo celeste salpicado de nubecitas y extrañó todo eso cuando volvimos a Lima que estos días tiene su sabanita gris en el techo.
Y le dije al oso que se prepare porque venía lo más cansado del viaje, el paseo por Amazonas, para visitar Kuélap y otras ruinas, y una catarata que dicen que es la tercera más grande del mundo y que se llama Gocta.
Salimos de Lima una tarde y nos moríamos de miedo porque oso y yo habíamos estado mirando las noticias y vimos muchos accidentes en las carreteras de la zona por la que íbamos a estar. Pero no nos pasó nada. Llegamos a Chachapoyas y nos fuimos a descansar al hotel porque al día siguiente nos esperaba un día jevi. Nos levantamos tempranito y fuimos en auto dos horas hasta un lugar que se llama San Pablo, desde donde caminaríamos dos horas para llegar a las cataratas.
Oso se puso sus zapatillas y nos fuimos. Y las dos horas se convirtieron en tres. El camino era muy cansador, porque era subida, y no por escaleritas sino por senderos de rocas y lodo. Pero a mitad del camino vimos la catarata y nos animó a seguir avanzando. Fue espectacular. El regreso lo hicimos más rápido, pero no fue más fácil. Al día siguiente nos dolía todo. Pero teníamos otro destino igual de importante. Fuimos hasta la fortaleza de Kuélap, también a dos horas de distancia en auto, pero solo a 15 minutos de caminata en subida, que para oso y yo fue chancay no más, después de lo del día anterior.
Y oso, que estaba bien picón porque no lo había llevado a Machu Picchu, se puso contento cuando vio las ruinas de la fortaleza. Tomó muchas fotos y volvimos contentos a Lima. Ahora se está alistando para volver a casa, y contar todas sus aventuras a sus amiguitos en NJ.
Etiquetas: amazonas, bear, huancayo, peru, teddy, travel, viajes
Suscribirse a Entradas [Atom]
Lo dijo Scavenger Bride y le dejaron