sábado, marzo 19

stuff

He ido de compras. Tengo tres trabajos pendientes sobre políticas sociales, trabajos cuyas fechas se acercan peligrosamente, y yo he ido a Once* a comprar tela e hilo para mi nuevo proyecto, fundas para los almohadones de mi futón.
Cuando era chica me gustaba entrar al cuarto de costura de la tía Irma. Tenía una ventana enorme que daba a una calle barranquina y me pasaba horas entretenida, jugando con retazos de telas de diferentes colores y texturas. Me encantaba curiosear en su vitrina ordenadísima. Había clasificado sus revistas japonesas, las de crochet (ganchillo) por acá, las de muñecos de tela por allá. Sus Burda alemanas tenían su propio estante. Uno de estos estantes tenía una pequeña ventanita corrediza que guardaba frasquitos de vidrio llenos de botones. También, clasificados. Botones de madera, botones antiguos, botones de metal, botones de bebé, muchos, muchos botones. Parecían caramelos. Frente a la vitrina, la Singer todopoderosa. Sobre ella, algunos proyectos a medio hacer.
Una vez mi hermana me encontró sentada en el piso de ese cuarto, hojeando una Ondori, una revista japonesa para hacer muñecos de tela. Entonces, me preguntó si quería hacer una muñequita y yo le dije que sí.
De entre las cosas de la tía, escogimos unos retazos de tela, un poco de algodón y lana para el pelo, tomamos tijera, aguja e hilo y nos pusimos a trabajar juntas.
Al rato, enseñamos con orgullo nuestra obra maestra, una muñequita de unos 10 centímetros, con rulitos rubios y un vestido celeste.
Poco después, fuimos a la calle Capón a comprar mi propia revista Ondori.
Le enviamos a mi hermano un muñequito para su auto. Luego él nos envió la foto, desde New Jersey, del muñequito colgado en el espejo retrovisor.
Un día, cuando tenía 8 años, mi hermana también emigró a New Jersey y a mí me dio ataque.
(Y es que creo que, en mi infancia, yo tuve tres figuras maternas: mi madre, mi tía Irma y mi hermana).
Se llevó todas las muñequitas. Hasta ahora las tiene. Creo que las heredó mi sobrina.
Desde entonces, la confección de muñequitas se volvió una empresa independiente.
Cuando estaba en el colegio seguí haciendo muñequitas y las regalaba. También aprendí a tejer a palito y a crochet. En la universidad, hacía moñitos (yo ahora les digo moñitos, pero creo que les llaman 'colettes' o algo así) a crochet y mis amigas me los pedían prestados para no devolverlos más.
En el 2001 hice mi última muñequita. La puse en una cajita y la fleté a New York, como regalo para mi ex. Todavía no era mi ex.
He traído de Lima mi libro japonés y mis telas para que, cuando volvieran las ganas, pudiera volver a tomar aguja e hilo y coser brazos, pies y caritas.
Pronto, pronto.
ondori doll

Ahora ando buscando en ebay un libro de Ondori que me falta. No lo encuentro. Solo hay libros de crochet, que ya no recuerdo cómo manejar, mucho menos los palitos. Pero me gustaría recordar. Me tejería una bufanda. He visto lindas lanas hoy en Once*.

*Once es una zona comercial del barrio porteño de Balbanera, conocida por concentrar tiendas de ropa, telas, cotillón, entre otras curiosidades.

Note to myself: should put an end to procastination, soon.

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Lo dijo Scavenger Bride y le dejaron 2 Comentario(s)

Comentarios:
me dio nostalgia de buenos aires, del once y su gente, del rio, de mi Flores y la vieja casa en la que vivia, quizas un dia vuelva, eso espero... me gusta mucho tu blogs, pero creo que es primera vez que t e dejo algo, mucha suerte
 
:)
 
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