domingo, julio 3
Hairdresser on fire
Desde hoy tengo mucho más respeto por el trabajo de Pablo.
Vieron cómo algunas revistas para mujeres usan palabras como 'audaz', 'atrevida'. Ya. Así desperté hoy. Superpoderosa.
Hace tiempo, vivo en una neurótica relación. Con mi pelo.
Cuando tenía 4 años, me hicieron el corte 'tazón'. Por supuesto, yo lo odiaba. Veía las fotos de mi hermana mayor cuando era niña y envidiaba su cabello larguísimo. Entonces, cuando la adolescencia me cayó encima tomé control sobre mi pelito. Era fines de los 80 y mi juguete era el hair spray.
El pelo 'batido', el cerquillo almidonado igualito al peinado del pájaro loco. El look era ese.
Creo que llegué a tener el pelo hasta debajo de la cintura, cuando, cansada de las referencias al tío cosa (yo hubiera preferido Rapuntzel) empecé a jugar con las tijeras.
Tras el primer tijeretazo, la ansiedad disminuía. Bien terapéutica, la tijerita.
Ya en los 90, los pelitos blancos empezaron a reproducirse como conejitos enamorados.
Y mi cabellera fue desvirgada. Estaba lista. La emoción de la primera vez, la búsqueda del 'ideal', los nervios, la expectativa. Y cuando ves que no duele, que es fácil y te sientes regia, lo quieres hacer otra vez, y otra vez, y otra.
Azulado. Violeta. Azul otra vez. A ver, rojizo. No. Mejor azul otra vez. Sí.
Luego, un día me miré al espejo y me saqué la lengua. Fui a que me plancharan los pelos. Y como me gustó tanto sentir mi pelito, suave y ligero, bailando en el aire mientras caminaba, volví por el cambio definitivo. Qué rico tener el pelito lacio, lacio, como el de una chinita. Claro, como ni los tintes ni los laciados que dicen ser 'permanentes' lo son, pues el pelo crece, compré una planchita con voltaje universal que es ahora mi juguete favorito.
Pero hoy, decía, hoy desperté con un exceso de confianza.
Compré un tinte color caoba. La caja decía que si se tenía el cabello teñido, había que decolorar previamente.
No hay problema. Yo había visto en un capítulo de Gilmore Girls que Rory decoloraba ella misma el pelo de Lane antes de aplicarle un tinte violeta crayola. Y parecía fácil. Siguiendo la lógica de un infante 'si ella puede, yo...' y pasando por alto que Gilmore Girls es, uh, ficticio, me puse manos a la obra.
Y acá estoy. Con el pelo de 7 colores distintos, la boca abierta y el orgullo lastimado. Con ganas de volver a agarrar las tijeras y cortar, cortar, cortar.
Pero creo que lo mejor será volver a lo de Pablo, al cuartito de paredes rojas, música electrónica, esferita de espejos colgando del techo, y con humildad, calladita, aceptar la tacita de café.
Perdóname, Pablo, por pensar que tu trabajo era fácil.
Por cierto, mi hermana ahora tiene el corte tazón.
So can you squeeze me into an empty page of your diary and supernaturally change me? change me...change...
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Lo dijo Scavenger Bride y le dejaron