martes, enero 18
en Cuzco, Perú
Exhausta y aún con náuseas.
Me voy esta noche a Lima.
'Nos rompieron el orto' en Cuzco. Esta expresión porteña refleja bien lo que experimentamos en esta hermosa ciudad: Cuzco está carísimo.
Llegamos la mañana del sábado pasado, en un bus que vino desde Puno, rápido y sin problemas, a pesar del paro de ganaderos en estos lados de mi país. Encontramos un hostal lindo por la iglesia de San Blas, a unas cuadras de la Plaza de Armas, lo suficientemente cerca como para ir caminando y lo suficientemente lejos como para poder dormir tranquilos en la noche sin que la bullita de la juerga cuzqueña nos moleste. Nos pasamos el día paseando por nuestra cuenta por la ciudad, visitamos la Catedral, y almorzamos un suculento menú de 5 soles en un lugar bastante decentón. Estamos en la onda del ahorro.
También fuimos a averiguar 'cuánto nos iba a doler' ir a Machu Picchu. Se puede ir de dos formas: a pie, por los caminos del Inca (carísimo, casi 150 dólares por persona, el de 4 días) y por tren.
Como tenemos poco tiempo (y yo tengo un pésimo estado físico) para hacer el camino del Inca, decidimos ir por tren.
Descubrimos que, para turistas, hay 3 tipos de trenes: el Hiram Bingham, que cuesta más de 450 dólares (bastante lejos de nuestro presupuesto); el tren Backpacker, que cuesta 66 dólares (ida y vuelta); y el tren económico, 24 dólares (ida y vuelta). Los dos primeros parten de la ciudad de Cuzco y llegan a Aguas Calientes, digo, Machu Picchu Village; y el último, el económico, no parte de Cuzco sino de Ollantaytambo. Nos dijeron que hay una combi que va de Cuzco a Ollantaytambo por 6 soles; pero nosotros aprovechamos en hacer el circuito del Valle Sagrado, que por 20 soles nos lleva en combi, con guía turístico, por Corao, Pisac, Ollantaytambo y Chinchero. Nosotros nos quedamos en Ollantaytambo y fuimos corriendo a comprar los boletos del tren económico.
Y ahí nos metieron la primera yuca.
Era domingo, pasado el mediodía y en la boletería del tren nos dijeron que solo había pasaje económico de ida para esa noche, pero de regreso solo había a partir del jueves (!¡).
Luego, la criollada, nos ofrecieron vendernos pasaje económico de ida y pasaje backpacker de vuelta, que sí tenía para el día siguiente. En resumen, el pasaje -ida y vuelta- de tren no nos costó 24 (12 ida y 12 vuelta) ni 66 (33 ida y 33 vuelta), sino 45 dolores (12 ida y 33 vuelta).
Ya pues, dijimos.
Y enrumbamos a Machu Picchu, pueblo.
Llegamos poco antes de las 10pm. Encontramos un hostal lindo muy cerca del paradero de combis que suben de Aguas Calientes a Machu Picchu, que, por cierto, cobran 12 dólares por ese breve trayecto. Un robo.
Pasamos la noche en 'el lugar erróneamente llamado Aguas Calientes' y, al día siguiente, lunes 17, despertamos a las 6 am. y tomamos la primera combi, pues teníamos que estar de vuelta antes de las 4pm para tomar el tren backpacker de vuelta a Cuzco.
Milagro de los apus, desperté curada de todos mis males (las malditas náuseas) en Machu Picchu.
Maldición de la Pachamama, llovió todo el día.
Llegamos a eso de las 7am. y Machu Picchu estaba envuelta en nubes, como si aún estuviera durmiendo, así, arropada.
Pagamos los derechos de entrada, 20 dólares, los extranjeros y 10 dólares, los peruanos, enseñando DNI.
No quisimos contratar un guía, no solo porque era algo de 10 dólares (creo que por persona, no me quedó claro), sino porque queríamos tomarnos nuestro tiempo. El día anterior, en el tour al Valle Sagrado, no pude subir -con el grupo- a las ruinas de Pisac, porque confabularon las náuseas y la falta de aire para que me quedara a mitad de camino. Además, ambos habíamos ido ya a Machu Picchu con guía y ya sabíamos como era.
Caminamos por todos lados. No había casi nadie. Los demás turistas empezaron a llegar después de las 10am.
Nos cayó la lluvia encima, saludándonos, dándonos la bienvenida a la ciudadela Inca.
El Huayna Picchu estaba escondido detrás de unas nubes. Recién se dejó ver al mediodía.
Subir escaleritas, bajarlas, caminar cuesta arriba, luego cuesta abajo, Machu Picchu es hermoso, incluso en épocas de lluvia.
Una confesión: me fascina la lluvia. Creo que no podría haberla pasado mejor. El clima, para mí, fue perfecto. A pesar del impermeable, me mojé un poco y me encantó. Habría sido menos lindo si hubiera brillado el sol, como hoy, aunque habría sacado mejores fotos. Bah.
A eso de la 1pm, había dejado mis huellas por todo Machu Picchu. Me sonaba la panza, de hambre; y la lluvia, que se había tomado un descanso al mediodía, había vuelto a hacer de las suyas. Entonces, nos fuimos.
Por la empañada ventana de la combi, cuesta abajo, hacia Aguas Calientes, vimos uno de esos niños que gritan alternadamente 'good bye' y 'adios' vestidos de indiecitos y que al final del camino suben al micro a pedir unas monedas.
Regresamos a Cuzco en el tren backpacker. Ese es el que había tomado hace algunos años, cuando vine con mi hermana. Lo recordé por ese último tramo que hace antes de llegar a la ciudad de Cuzco, donde avanza zigzagueando. Es medio molesto. Al menos, para mí.
Me quedé dormida en el tren mochilero y cuando desperté, mis náuseas habían vuelto.
Me fui a dormir al hostal y hoy desperté aún un poco 'rara'.
Fuimos a comprar los pasajes a Lima. Nos vamos en bus. 90 soles. 20 horas.
No vamos más a Ayacucho, ni Huancavelica (snif) ni a Huancayo. Nada. Cuzco se llevó buena parte del presupuesto. Pero fue hermoso.
Voy a comprar más Dramamine, solo me queda uno.
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