jueves, enero 13
Pesadilla en el Altiplano (Bolivia III)
El título puede sonar un poco dramático, pero el recuerdo de lo que me pasó ayer lo amerita.
Bolivia es un país hermoso. Tiene una geografía impresionante. Y también tiene muchos problemas.
El martes (hace 2 días), a las 8pm, tomamos las mochilas y fuimos al terminal de ómnibus de Potosí. Teníamos pasajes a La Paz. Nos dijeron que se había suspendido el viaje porque las carreteras estaban bloqueadas y nos devolvieron la plata. Ah. ¿Pasar otro día en Potosí o arriesgarnos y tomar un bus a otra ciudad e intentar llegar a La Paz desde ahí? 5 minutos de deliberación y decidimos apostar por la segunda opción. Tomamos un bus a Oruro donde, apenas llegamos, tuvimos la 'suerte' de enganchar otro bus que iba a La Paz.Y ahí empezó la odisea.
Poco menos de 1 hora antes de llegar a nuestro destino, el micro enterró una llanta en el improvisado 'camino' que había tomado para evitar a los pobladores que estaban bloqueandos las rutas con piedras y llantas en fuego. Casi una hora después logramos retomar el camino y, zas, ahí estaban ellos, los piqueteros (huelguistas), armados con palos, fierros y piedras. Intimidantes. El chofer estacionó el bus a un lado del camino de tierra y se cruzó de brazos. Dijo que intentaría negociar con los pobladores para que nos dejaran pasar. Se fue y al poco rato volvió.
Manan Kanchu.
Eran las 7am.
Los pasajeros de Expreso Tupiza nos miramos unos a otros, incrédulos, y decidimos bajar a estirar un poco las piernas. Pensábamos que, ya que el gobierno boliviano había cedido al pedido de los huelguistas (rescindir el contrato con Aguas del Illimani, la empresa francesa encargada de la administración de agua potable), los huelguistas se irían a sus casas. Ja.
Las horas pasaban. La impaciencia empezó a hacerse notar. Un grupo de jóvenes argentinos decidió tomar sus mochilas y terminar a pie (unas dos horas) el camino. Deliberamos nuevamente, hicimos un rápido análisis costo-beneficio, incluyendo el factor riesgo, que no era poca cosa. Uno de los pasajeros, un argentino radicado en Bolivia, nos advirtió que los pobladores sucumben a la violencia fácilmente. Nos contó que agredieron a palos y piedras a un taxista y a sus pasajeros por no acatar el paro. Suficiente argumento para mí. Nos quedamos 8 personas.
A eso de las 6pm se reunieron los huelguistas con sus dirigentes. Ahora ellos deliberaban. La radio anunció que no llegaron a un acuerdo con el gobierno y que el paro mantenía su carácter indefinido. La posibilidad de pasar la noche en posición fetal dentro del bus en ese pueblito que aún no encuentro en el mapa me parecía una idea poco feliz.
9pm: El chofer, finalmente, decidió retomar el camino. Pero nos dejó en el terminal de ómnibus de El Alto. En la boca del lobo, o sea. Gracias. Exigimos que continuara el trayecto hasta La Paz, pues para eso habíamos pagado, protestamos, lo puteamos, nada.
Manan Kanchu.
En las veredas del terminal estábamos 8 indignadas personas, el paro continuaba, y la angustia se apoderaba de nosotros.
Ahora estoy un poco más tranquila, pero aún lejos del 'luego me reiré de esto'.
Entonces, maldecí a los apus y juré que nunca volvería a ese país.
Entiendo que la gente tiene derecho a protestar, lo que no entiendo es por qué sus protestas involucran a personas que no tienen nada que ver con sus problemas.
No me disculpo por lo que voy a decir. Ayer fui secuestrada. Así me sentí. Rehén.
Ya lo sé. Ya sé que los cortes de ruta es un instrumento de protesta muy eficaz. Pero es terriblemente bruto. Creo que sigue la lógica de un secuestrador, quien, para conseguir lo que quiere de otra persona, utiliza una estrategia de extorsión que es la de reducir a un tercero a una situación de vulnerabilidad, como la privación de su libertad. El secuestro está penado por ley. Los cortes de ruta, parece que no.
Ayer, literalmente, escapé de Bolivia gracias a un temerario taxista que aceptó llevarnos desde El Alto hasta Desaguadero (algo más de una hora de viaje), la frontera con Perú.
Me sentí como un ratón huyendo de los gatos.
Era medianoche y ahí estábamos, 4 individuos apiñados en un pequeño taxi, con la esperanza de llegar sanos y salvos a la frontera con Perú. Un taxi que rodaba por calles oscuras, apenas iluminadas por la tormenta eléctrica que se desataba en el cielo. Lindo escenario.
Nos tiraron una piedra. Por suerte no dio en el blanco. Seguimos el camino.
Esquivamos por lo menos 5 grupos de huelguistas. Yo temblaba con la idea de que me cayeran a piedras y palos y que nos robaran lo poco que tenemos, las ganas de disfrutar de nuestras vacaciones y los recursos (escasos) que reunimos con tanto esfuerzo. Cada vez que nos aproximábamos a uno de estos grupos era lo mismo, se nos acercaban los pobladores y pegaban las narices a las ventanas del automóvil. Hombres con pasamontañas nos rodeaban, desafiantes. Una mujer en polleras me escudriñó con la mirada. Se me pararon los pelos de punta. La dureza de su mirada aún me asusta. Alguien gritó '¡son gringos!' y empezamos a hablar para sacarlos de ese error. Les soltamos algunas monedas y nos dejaron pasar. Carajo, qué miedo.
Finalmente, llegamos a Desaguadero a eso de la 1am de hoy. Pasamos la noche en un Albergue frente a las oficinas de migraciones bolivianas y a las 9am cruzamos la frontera. Quería llorar. Pero llorar a 4300 m.s.n.m. solo iba a empeorar los dolores de cabeza, náuseas y mareos que me habían caído encima desde el día anterior. Yo pienso que la causa es la mirada de esa mujer.
Ahora estoy en Puno. Aún con un poco de náuseas. Se me terminaron las Sorojchi Pills.
Mañana temprano iremos a pasear por las islas de los Uros. A ver si con eso se nos pasa un poco el sabor amargo que nos dejaron las últimas horas en Bolivia.
Suscribirse a Entradas [Atom]
Lo dijo Scavenger Bride y le dejaron