lunes, diciembre 27
Días rojos en el calendario
Esta fue la primera navidad que pasé en este país. No sé si será así de ahora en adelante, navidades en Argentina. Sin papá, sin mamá, sin hermana, sin hermano, sin sobrinas, sin mis tías. Solo yo.
Raro. No soy muy entusiasta con el tema de la navidad. Tampoco me disgusta. Es el cumpleaños de alguien más. Punto.
Regalos que van, regalos que vienen, ¡salud! por aquí, ¡salud! por allá. El cielo se ilumina de luces multicolores, ¡PUM!, y todo se acaba.
Y ahora, año nuevo.
Estaba hurgando entre mis propias cosas, mails y garabatos viejos, y encontré esto que escribí hace no muchos años:
"(...) odio el año nuevo, tanto como mi cumpleaños. Odio que me digan 'Feliz año...' con esa cara de imbécil, con esa sonrisa babosa. Odio tener que decir '..gracias..' cuando lo que quiero es saltarles encima, cogiéndolos del cuello, y gritarles que se callen, carajo, que me dejen en paz, que no me hace feliz recordar que hoy empieza un año más (...)"
Vaya.
Este viernes no estaré sola. No sé qué haremos. Tal vez, salir a pasear, a sentir, a existir.
Aún me incomodan las fiestas, la gente, la algarabía. Tanto no puede cambiar un ser humano. Quién sabe, tal vez el próximo año.
¿Qué se siente?
Nada.
No se siente nada. Como que entras en un callejón estrecho, lleno de gente, donde todos te escupen en la cara mientras pasas y tú sigues caminando indiferente. No sientes nada.
¿Qué se siente?
Nada.
No se siente nada. Como que estás desnudo y solo en una cama, que es la tuya, y de tus ojos brotan gotas de sangre y se mezclan con las lágrimas que caen de tus heridas formando un turbio riachuelo que ensucia tus sábanas. No sientes nada.
Pero, ¿qué se siente?
Como si caminaras por una calle vacía, mojada por la lluvia que acaba de caer, caminaras solo y abrazado fuertemente a ti mismo, con el corazón arrugado como un pedazo de papel que no sirve, pero latiendo neciamente al compás de tus demás vísceras que no dejan de destilar vida, malditas, y es como si tanta vida en ti fuera inútil y te llenara de asco.
Y es como si de pronto tropezaras y cayeras sobre el suelo mojado y en lugar de levantarte quisieras llorar a gritos tu rabia, sin embargo te levantas y sigues caminando con la sensación de haber muerto en algún momento, pero sigues respirando y sigues latiendo, y nadie te vio porque no hay nadie.
No se siente nada.
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