martes, marzo 29

¡come!

Mis hábitos alimenticios me obligan a empezar el día con un sólido desayuno. Generalmente, yogurt con cereales o un jugo de naranja o pomelo, un tecito con limón y miel o un café cortado, que acompañan las tostadas o piezas de pan con mermelada y queso crema o el omnipresente y sacro 'dulce de leche' porteño. Desayuno en la cama, mientras veo las noticias y luego protesto por las miguitas esparcidas entre las sábanas. Pensar que mi madre no me dejaba siquiera oler una galleta sobre o cerca de la cama. La cena también suele ser 'elaborada'. No abundante, como para pasar horas despierta masticando tums (antiácidos), sino de elaboración más minuciosa. Cocino, o sea. No sé hacer muchas cosas, pero cuento con libritos de cocina y, desde ya, con la valiosa herramienta de internet de banda ancha. Me parece interesante abrir la refrigeradora y sacar de ella, por ejemplo, una manzana, un pedazo de pollo, una cebolla y pensar que ello se convertirá en mi cena. Picar todo, poner una olla al fuego, agregar un poco de curry, un chorrito de miel, caldo de verduras y un toque de harina salpimentada y observar cómo los ingredientes se fusionan armoniosamente. El almuerzo, en cambio, es cualquier cosa. A veces, meto un tupper al microondas con lo que sobró de la cena de la noche anterior y en dos minutos tengo almuerzo. Otras veces, cuando tengo un poco más de paciencia, preparo algo para mí misma. Almuerzo sola. Usualmente, solo atino a abrir el congelador, sacar algunas papas prefritas y bocaditos de pollo y los meto en el horno eléctrico. Comida chatarra. Hoy, por ejemplo, no tenía ganas de esperar esos 20 minutos que demora el hornito en convertir esa comida congelada en algo comestible, así que, bah, un mini-sandwich de queso, una taza de pop corn y algo de coca cola fue mi almuerzo.

Hace unos días leí por ahí (¿alguna revista para mujeres tontas? ¿el diario Clarín? me falla la memoria ya) un artículo sobre la supuesta anorexia de la princesa de España, Letizia Ortiz. Tal parece que cuando algunos medios no encuentran nada mejor de qué hablar, empiezan a 'sugerir' información posiblemente cierta (¿chismes?). Que 'el mal de las princesas' esto, que miren que la princesa Victoria de Suecia aquéllo y no olviden el sonado caso de la princesa Diana y su lucha contra la bulimia. Bla.
Finalmente, la casa real española emitió un comunicado desmintiendo la noticia, para que el mundo dejara de señalar con el dedo a Letizia. Qué tal lisura. Faltaba más.
Y es que, es cierto, es fácil señalar con el dedo a alguien que sufre o parece sufrir un transtorno alimenticio. Tan fácil como abrir una revista y encontrar una figura sílfide que te hace sentir 20 kilos más pesada.

A mí también, un día de 1995, se me ocurrió dejar de comer. Así nada más. Declaré la guerra a la comida y la convertí en el indeseable enemigo. Y cuando digo indeseable, es porque lo era. Entonces, pasaba días, semanas, comiendo una extraña dieta de una manzana por desayuno, otra por almuerzo y otra por cena. Eso, tres manzanas al día. Y agua. Solo eso. Me pesaba todos los días y siempre tenía 'un kilo más, el último' que perder. Los comentarios preocupados de mis amigas y de mi madre me entraban por una oreja y me salían por la otra. Pesaba 46 kilos y me seguía viendo 'gorda' al espejo. Menos gorda que antes, pero gorda al fin. Dejé de menstruar y se me caía el pelo. Al final, de alguna forma, escapé de las garras de la anorexia. No fue tan grave, creo. Ahora leo historias de mujeres que cayeron en la anorexia por trastornos psicológicos diversos tan graves que, en comparación, yo estaba tan saludable como Heidi saltando en las montañas de los Alpes. Otra cosa que me llamó la atención es que las víctimas de anorexia esconden sus escuálidos cuerpos en ropa ancha y no se sienten lindas. Algo que la casa real española utilizó como argumento para defender la salud de Letizia, pues la princesa usa hermosos trajes que resaltan su figura. En mi caso, sin tener la belleza de Letizia, confieso que nunca me sentí 'mejor' que cuando tenía 46 kilos. Físicamente, estaba hecha mierda, más débil, sufriendo de amenorrea, etc, pero lejos de pensar en esconder mi cuerpo, lo mostraba. Podía ponerme ropa linda y sentirme 'casi' bien conmigo misma. Digo 'casi' porque siempre había algo o mucho que mejorar. Pero de ahí a usar ropa ancha, jamás. Había perdido más de 10 kilos y estaba orgullosa por mostrarlo.
Pienso que estas líneas son, tal vez, lo último que un psicólogo quiere que lea su paciente de anorexia.
Ahora, con esos 10 kilos (¿y más?) otra vez encima, me veo y pienso 'yuck'. Pero no volvería a la locura de las tres manzanas. Entiendo que es peligroso empujar el equilibrio de la salud al límite. Incluso mi lado frívolo tiene sus momentos de sensatez.

A veces, cuando voy a casa de mis suegros sufro una suerte de shock cultural. Y es que sus hábitos alimenticios son tan distintos. Por ejemplo, el desayuno para ellos es tomar el mate con un par de galletitas. Yo me quedo de hambre y extraño el pan. Luego, la hora del almuerzo es interrumpida por la costumbre de tomar un aperitivo, el Vermouth. ¿Tomar agua (o cualquier líquido, para tal caso) antes de la comida no estropea el apetito, digo yo? Después, el asado, una
institución argentina, los gruesos trozos de carne dorándose en la parrilla.
Tan rica que logró que yo volviera a comer carne, después de varios años de renunciar a ella, antes que por convicciones vegetarianas, por malcriadez, lo confieso. Comen la carne sola. Y entonces yo extraño el arroz. Las papas. Ensalada. ¡Algo para acompañar la carne! Y, después de almorzar, el café. Y mi hígado se desmaya de solo planteárselo. Como sea, está bien difícil que yo recaiga en la anorexia.

Suscribirse a Entradas [Atom]

Lo dijo Scavenger Bride y le dejaron 2 Comentario(s)

Comentarios:
con lo rico que es comer, pero es facil caer en problemas alimenticios, por desgracia cada vez la sociedad, va aceptando a los mas delgados, cuando me fui para Argentina mi pareja se volvio fanatico del pan con queso o jamon al desayuno, era algo nuevo , que cada vez que venia a Chile le encantaba, despues pasamos al mate con galletas y luego a las galletitas de arroz ( pedazo de plumavit :P), yo feliz de lo que se come por alla, aunque claro, extrañaba el arroz o el pure en el asado, ufa mejor me voy, ya me dieron ganas de un asadito argentino, suerte un abrazo
 
sí, asadito...
y con su chimichurri que le va regio.
 
Publicar un comentario





























JavaFILE