lunes, febrero 20
you've got mail
Hace casi un año recibí un breve e-mail de un desconocido interesado en conseguir un contacto para trabajar como voluntario en alguna organización no gubernamental al mismo tiempo que aprendía español en los dos meses que estaría viviendo en Argentina.
Le deseé suerte desde el fondo de mi alma, pero no le contesté.
De todos modos, estoy desempleada y no tengo cómo ayudarlo, dijo la vocecita cobarde en mi cabeza. Cerré el caso y lo archivé.
Hace siete días recibí otro e-mail de un desconocido. Más o menos, la misma historia. Un tipo que viene por un par de meses a Argentina para trabajar en alguna ong, y que anda buscando la forma de extender su estadía un tiempo más, a través de contactos con otras organizaciones. Pero esta vez, se trataba de un e-mail menos breve. Luego de presentarse y explicar el motivo de la carta, se permitió unas líneas que me interrumpieron en el preciso momento en que mi vocecita interna decía bajito
que tengas suerte con eso...
...no conozco a mucha gente en Buenos Aires y (...)donde estoy haciendo mi pasantía (...) son muy buena gente, pero la relación que tienen entre ellos y que establecen con los demás es meramente "profesional", fuera de la organización cada uno va a su bola y la verdad es que no hicieron mucho esfuerzo por integrarme...Han pasado siete días y ni he cerrado el caso ni estoy a punto de archivar nada. Sigo pensando en esa carta y en lo que mueve a un ser humano a buscar otros similares, y pienso en todo ese asunto de
"el hombre es un ser social", y cómo yo solo sería capaz de escribir una carta como esa en mi imaginación, y pienso en cómo quiero contestarle, una carta larga como la suya, y cómo tal vez no lo haga.
A veces suelo encerrarme en el baño. Y no para cumplir funciones excretoras.
Me pasa que me encuentro sola -rodeada de gente, pero sola- en algún lugar y de pronto veo personas conversar y reir y entro en pánico. Entonces, con simulada ecuanimidad, me deslizo en silencio hacia el baño. Y ahí me quedo, aislada en un estrecho útero de locetas, hasta que se me pasa. Fin de pateticonfesión.
Quiero decirle al del e-mail que no tengo claro quién es responsable del tema 'integración'. El grupo local o el individuo visitante. Que, por simple observación, noto que cuando el grupo local buscó la llegada de un visitante, generalmente se ocupan también de la integración de este con el nuevo entorno. En cambio, cuando la presencia del visitante es inesperada, el grupo local suele ser muy cordial, pero no se siente 'obligado' a integrarlo. Por tanto, es responsabilidad implícita del visitante buscar su propia integración al entorno. Son normas sociales, creo. Reglas del juego. Un juego que yo no juego.
A veces no sé si he desarrollado el síndrome de abuelito de Heidi porque olvidé cómo relacionarme con los demás o si en realidad he dejado de socializar porque soy un tanto ermitaña. Es una cuestión tipo el huevo o la gallina, no sé qué pasó primero.
Me pasa que de pronto me agarran unos impulsos muy fuertes de conversar (mis 5 minutos de no-puedo-dejar-de-hablar-auxilio) y al día siguiente vuelvo al coma fonético, para desconcierto de algunos interlocutores.
En cierta forma, este espacio es una suerte de respirador artificial que mantiene mi "ser social" con vida, latiendo mediante un espacio abierto de comentarios (si el abuelito de Heidi tuviera un blog, quizá no permitiría comentarios). Y todo esto, a la vez, es un poco mantener con vida un ser que está medio muerto.
To reply or not to reply, that is the question.
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Lo dijo Scavenger Bride y le dejaron