jueves, julio 27
otro cebiche de palabras
Porque en un post anterior resalté con genuino asombro que en junio había posteado solo dos veces y este mes ya está haciendo las maletas y no quiero que se haga costumbre, pues.
Hoy mi vecina,
la madru, expone su libro El pez que aprendió a caminar.
Y no sabía que ella estaba escribiendo un libro. Aunque no puedo decir que me sorprenda, tampoco. No tengo idea de qué se trata. Ni de si será novela, cuento o qué.
Me causa gracia pensar que no hace mucho se me ocurrió enviarle un mamarracho que escribí cuando estaba en la universidad, donde comparaba ese entorno con una pecera (y yo era un pez que no sabía nadar).
Pensar que ella tenía su propio pez...
A veces tengo esos ataques de aparente insolencia, que no son más que ejercicios de casualidad.
Como una vez, hace tiempo, que ella se puso a hablar de los sociólogos en su blog. Y yo, que no tenía blog entonces, no sé qué le comenté que la hizo creer que tal vez yo era socióloca. Y me escribió un mail. Y yo se lo contesté. Le dije que para mí los sociólogos eran algo así como payasitos equilibrando pelotas en el aire.
Tiempo después me enteré que ella era socióloga...
Ay.
Pero nada más insolente que mi café.
Tengo un juguete nuevo. Una máquina para hacer espresso que aún no sé bien cómo manejar.
Mi hígado no sabe bien qué hacer tampoco con tanto experimento de capuccino de café colombiano que le envío para que procese.
He estado viendo el programa de
Paul Bassett en el canal Travel (¡y -por cierto- cómo me recuerda al sociólogo responsable de esta prejuiciosísima opinión que tengo de su gente!) y he estado copiando sus técnicas y movimientos al preparar café. Pero no me sale. Y quiero que venga a explicarme bien cómo le hago para conseguir ese café con cuerpo que veo en su programa. Ese que resbala por las paredes de las tazas como
oro líquido (sic). A mí no me sale ni como latadelechegloria líquida. Y la leche. Cómo es eso de la textura acrílica. Estoy en nada.
Acá hay una foto de mi intento de café:
A la izquierda, vertiendo la leche primero. A la derecha, vertiendo el café primero.
Un centímetro de espuma no es suficiente.
¡Quiero más!
De lo que no quiero más es del granizo que cayó ayer en Buenos Aires.
Estaba yo sentadita aquí mismo. Tratando de no pensar en el afro que tenía en la cabeza (maldita humedad). Cuando empezó el concierto de truenos.
Al fin, dije yo. Un evento que cambie la histeria climática de estos días (ver post anterior).
Y en eso, la lapidación celestial. Lluvia de bolitas de hielo del tamaño de pelotas de ping pong. Las ganas de sacar un vaso de whisky por la ventana.
Lo malo es que al rato se cortó la luz.
Y por un instante, este edificio se convirtió en un cajón gigante que contenía una multitud de voces que rapeaban al ritmo de la lluvia en la oscuridad.
Lo bueno es que fue una sensación extraña y no del todo desagradable.
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Lo dijo Scavenger Bride y le dejaron