miércoles, agosto 31
mirada
Acabo de venir del baño. Me estuve mirando en el espejo. Hacía muecas y luego sonreía. No me veía mal. Abrí la boca y me puse a contemplar lo que había adentro: esa caverna roja, húmeda y brillante, con la campanita que cuelga al fondo, como esfera de espejos en una discoteca, y la puerta de entrada al túnel.
Hace unos días mi compañerito me contaba, divertido, que los de su trabajo estaban armando una tontidiscusión en el foro, alrededor del tema de si el hombre llegó o no a la luna.
Entonces, yo me quedé pensando en la imagen del hombrecito dando lentos brincos con su traje espacial y esa suerte de cordón umbilical que lo une a la nave.
Ayer, mientras esperaba echada sobre una camilla blanca, me puse a pensar en el mismo hombrecito. Lo imaginaba saltando sobre un colchón de gelatina roja. Tenía sobre la frente una linterna (la misma que usan los mineros en sus cascos) y contemplaba, entusiasmado, las paredes de su habitación. También eran de gelatina.
Cerré los ojos y le dije al hombrecito que pasara, pero con cuidado. Entonces, abrí la boca y el hombrecito agarró su camara de fotos, prendió la linterna en su cabeza, se aseguró que el cordón alrededor de su cintura estuviera firme y empezó a caminar sobre mi lengua.
El hombrecito llegó a la entrada del pozo y mientras jugaba un poco con la perita de box que colgaba traviesa justo ahí, yo pensaba en que me hubiera encantado estar en su lugar.
Mientras él descendía por mi garganta, yo me veía a mí misma realizando el mismo recorrido, bajando con cuidado, sujetándome fuerte de la soga, como cuando se desciende de una montaña.
Cuando dejó de moverse, supe que había llegado al fondo del pozo. Y, más que la imagen de un hombrecito saltando contento sobre paredes de gelatina, lo que veía era un hombrecito tomando fotos compulsivamente, como un reportero de guerra.
Lo sentí caminar despacito sobre el suelo mojado, palpando las paredes pegajosas de la habitación.
Yo hubiera querido pensar en algo más interesante, pero lo único que se me pasó por la cabeza en ese momento fue un chiste de Mafalda en el que Susanita decía 'Dios mío! y yo sin un poquito de maquillaje por dentro!'.
En ese momento, abrí los ojos y de golpe vino a mi mente la idea de que era algo un poco perturbador tener una camarita documentado la desnuda sordidez de mis entrañas.
Y empecé a toser violentamente hasta que salió el hombrecito envuelto en mi vómito.
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Lo dijo Scavenger Bride y le dejaron