miércoles, agosto 17
timidez
No recuerdo cuándo me di cuenta.
De niña, incluso de adolescente, era una de esas personitas efervescentes.
Me vestía de colores y me gustaba el sol.
Lo importante es que hablaba. Y cuando hablaba, mis labios se separaban y dejaban salir sonidos que formaban palabras, que construían ideas, que expresaban mi estupidez.
Entonces, cuando me quedaba callada, todo era paz, como en esos paisajes new age que fluyen de las mesmerizantes voces de las conductoras de viajes astrales.
Las voces internas aún no habían despertado.
Era un poco imbécil, era feliz.
Es lindo, pienso yo, ir caminando por ahí con la mente casi vacía y fresca, inconsciente, ligera, mirando de frente, auténtica, distraída.
Un día, no sé cuál, abrí los ojos y en ese momento exacto la nena extrovertida murió dentro de mí. Dentro de mí, digo, porque la siento aún. Siento su cuerpo descomponiéndose en algún lugar de eso que llaman alma. Será por eso que guardo luto.
Entonces las voces despertaron de su letargo.
Porque me desdoblo en cien personas, porque gritamos y no nos entendemos, porque pogueamos entre nosotras y somos solo una, una que se quiebra y se parte.
No me gusta la palabra timidez.
Y que me digan que soy tímida me duele tanto como una cachetada.
Nunca he recibido una cachetada. Pero debe doler, de eso estoy segura. No tanto por el palmazo en la cara, como por el "saber que te han dado una cachetada".
Y cuando me digo a mí misma la palabra "tímida", en mi mente se dibuja la imagen de una niña que mira apenada el suelo en un parque de diversiones, sin atreverse a unirse a los demás niños que juegan. También pienso en una niña que se pone roja cuando le hablan, que no contesta ni hace contacto visual. Lo que importa es que la palabra "tímida" la relaciono siempre con una niña.
Y ya dije que yo no fui una niña tímida. Yo era de las otras. De las que miraban con rechazo y lástima a las pequeñas que se quedaban solas en el recreo.
Ahora quiero volver a cerrar los ojos y no abrirlos más. Era más fácil (vivir) siendo inconsciente.
Inconsciente. No consciente. Ignorante. Como Adán y Eva, de su desnudez antes de morder la manzana. Pero yo no recuerdo haber mordido ninguna manzana. No. Además que comer manzanas se me ha hecho algo muy "posero" desde que Chris me dijo que se estaba yendo a comer manzanas y a pasear por el MOMA. Al carajo con él.
Yo hablo mucho. Bah, siempre lo hice. Antes, mi interlocutor era otra persona, ahora soy yo misma. El problema de hablar con uno mismo, además del contenerse de hacerlo en voz alta para evitar malas sospechas, es que se cae en una especie de círculo vicioso. Las voces rebotan adentro y aunque se contradicen, se cuestionan, se ponen en jaque y terminan a los gritos, a final de cuentas, las voces son solo marionetas distintas conducidas por el mismo par de manos con la misma, única, conciencia.
Después de todo, pienso que siempre hablé conmigo misma.
Recuerdo una conversación por ventanita virtual con Paula, donde ella me decía que yo no existía pues estaba convencida de que ella me había inventado, entonces yo le dije que yo sentía lo mismo... (y aunque la conversación era más bien ligera y tonta, y aunque a ella la movía más sus desórdenes paranoides y a mí...qué se yo qué es lo que me movía a decir esas tonterías...había algo de cierto en todo ello)
Ahora mismo, escribo estas líneas y estoy hablando conmigo misma.
No me desnudo, más bien, me cepillo los dientes aquí. Demasiada familiaridad.
Acá no hay nada de belleza ni intentos de seducirte.
Y poco tiene que ver esto con el miedo que te tengo.
No es cierto.
Tiene mucho que ver. Todo que ver.
Detrás de mi cara seria, del laconismo y la distancia, más que soberbia hay miedo.
¿O será soberbia disfrazada de miedo? ¿¡soberbia de qué!?
¿De dónde viene esta psique de diva hambrienta de atención?
Qué vanidosa que soy.
No. No soy arrogante. Soy...eso.
Coyness is nice, and
coyness can stop you
from saying all the things in life you'd like to
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Lo dijo Scavenger Bride y le dejaron