viernes, septiembre 2
'verdura'
Tengo en el cajón de verduras del refrigerador una bolsa con manzanas. Están sentadas ahí hace muchísimo tiempo. Me gusta comprar manzanas. Más de lo que me gusta comerlas.
Lo mismo me pasa con las fresas. Las veo en esas canastitas, rojas, brillantes, entre obscenas y elegantes. Y las tengo que comprar. Y luego las traigo a casa, las invito a pasar a la fiesta de mi refrigerador, junto con las manzanas y los kiwis. Las miro, sonrío y cierro la puerta.
Hace un momento fui al entrepiso, a dejar tres bolsas de basura en el tacho de plástico que corresponde a todos los departamentos del tercer piso. Como el mío.
Esta es mi basura:
Botellas de plástico vacías. Jugo de pomelo y Pepsi.
Botellas de vidrio vacías de vino. Malbec.
Tarro de vidrio vacío de mermelada de cerezas.
Montones de vasitos de yogurt de durazno y botellitas de actimel de frutas.
Bolsas vacías de comida congelada: milanesas, papas prefritas, hot dogs.
Latas vacías de salsa de tomates.
Cajas de plástico vacías de ravioles, ñoquis o tortellettis.
Bandejas de telgopor donde había pedazos de carne, de pollo, de bastoncitos de pescado.
Botella de plástico vacía de detergente para la ropa.
Esos son los desechos de mi cotidianeidad.
No hay cáscaras de plátano, ni piel de zanahorias, ni hojas marchitas de espinacas.
Solo plástico, algo de vidrio y un par de latas.
Suelo comprar verduras congeladas. Lo hago desde el día en que me ví a mi misma vaciando al tacho de basura esa morgue en la que se había convertido mi cajón de verduras. Lechugas, más que marchitas, envueltas en una sustancia babosa (parecía estar mutando a alien, la pobre); mazorcas de choclo salpicadas de simpáticas pequitas verdes de moho; una brócoli camaleónica que había cambiado de color verde a amarillo (que me provocó un cierto flashback a una mala experiencia con un decolorante para el pelo) y unos tomates que se deshacían solo con mirarlos.
Ahora mismo tengo unas fresas siniestradas en el cajón. Han pasado de estado sólido a líquido por sí mismas. Me dan ganas de dejarlas ahí un tiempo más. Me da curiosidad de ver si son capaces de mutar a estado gaseoso.
Acabo de guardar un muffin en la refri y me pareció ver al zucchini escribiendo una nota de suicidio. Creo que el funeral del sr. pimiento rojo lo ha puesto triste. Eran amiguísimos y hasta habían estado planeando armar un ratatouille con los tomates sobrevivientes.
Mis vegetales tienen stress.
El miércoles fui al súper y compré zapallo pelado y cortado en láminas. No lo compro más entero y con cáscara desde que un día casi me rebano un dedo tratando de pelar el @$#% zapallo.
Tal vez solo necesito cuchillos nuevos. De esos que salen en los comerciales de la tv, los fines de semana a las 10am, que rebanan piñas (ananás) en el aire como si cortaran mantequilla.
No divagues.
Los zapallos me miran ahora nerviosos. Yo los miro de vuelta. Pienso que tal vez haya quedado algun fantasmita en el cajón. Recuerdo los pasitos que escucho todas las noches en el techo del dormitorio. Pasitos y muebles que se mueven. Y pienso en el infarto que me daría si me atreviera a preguntarle al conserje si el departamento del piso de arriba está ocupado y este me dijera que no. Los zapallos me imploran que los suba al freezer. Yo les digo que no sé si la criogenia sea buena idea, que a las arvejitas les va regio, pero a algunos como a César en Abre los ojos, pues no tanto.
¿Y?
Estoy tratando de comer frutas y verduras.
Tengo que dejar de comprarlas solo por el placer de ver mi refri como una de esas refrigeradoras que salen en los catálogos de las tiendas de electrodomésticos.
............
(se acabó el post, pues)
(mi mamá suele terminar sus conversaciones de la misma manera intempestiva: blabla.. bueno, chau.)
(es viernes...)
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